CANCIÓN. PARÁBOLA DEL SEMBRADOR

            

              










Salió muy temprano un sembrador tirando semillas en derredor. Estaba la tierra sedienta de amor y el surco esperando el precioso don.

¡Que ilusión! ¡Que ilusión! ¡Que ilusión! que tenía el sembrador. Él quería ver crecer la flor y después el fruto madurando al sol.

Pero el grano que cayó a la orilla del camino tuvo un muy triste destino: un gorrión se lo comió.
Otras semillas fueron a dar a las duras piedras de un pedregal.
Allí a la sombra pudieron brotar y estas si parecían que podían triunfar.

¡Que ilusión! ¡Que ilusión! ¡Que ilusión! que tenía el sembrador. Él quería ver crecer la flor y después el fruto madurando al sol.
Pero cuando el sol salió esas plantas se secaron sin raíz no soportaron el calor de la aflicción.

Mas aún quedan granos en un lugar donde hay abrojos sin arrancar. Allí las semillas pudieron brotar esta vez parece que fruto darán.

¡Que ilusión! ¡Que ilusión! ¡Que ilusión! que tenía el sembrador. Él quería ver crecer la flor y después el fruto madurando al sol.

Pero al poco de brotar estas plantas se murieron. Los abrojos las cubrieron con su manto vegetal. Cuando ya parecía que no había más semillas dispuestas a germinar. Unas hojas verdes se vieron brotar en la tierra más fértil de aquel lugar.

¡Que ilusión! ¡Que ilusión! ¡Que ilusión! que tenía el sembrador. Él quería ver crecer la flor y después el fruto madurando al sol.

Con profunda raíz estas plantas germinaron y con su verdor pintaron aquel suelo cual tapiz. Como premio decoró a esa tierra generosa surgen flores tan hermosas que deslumbra su esplendor. Y esta bella historia no acaba aquí lo mejor todavía lo tienes que oír pues salieron frutos por cientos o mil y aquel sembrador cosechó muy feliz.

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